Reseña crítica: El "Guthrie" zarpa en un viaje teñido de intriga y atentados que promueve una justificada inconformidad de tripulación y también pasajeros. Primero es el capitán (Noah Beery, acreditado en primer lugar del reparto a pesar de estar menos tiempo en pantalla); aquejado de una extraña especie de perturbación mental, es relevado del mando y bajado a tierra. Antes de retirarse, se revela una misión secreta del vapor, la de transportar el S-505, un nuevo sistema que permitiría teledirigir el buque a distancia. Como método de telecomunicación posee una pantalla transmisora con un panel y algo así como un lápiz óptico para escribir los mensajes en prolija letra cursiva que, a medida se van escribiendo, aparecen en la pantalla receptora en tierra firme: o sea, técnicamente una especie de chat. Un sospechoso intenta estrangular al profesor responsible del sistema (Ralph Lewis), que salva su vida pero queda moribundo. El mayor Pope (el regordete Edwin Maxwell, un Edward Arnold de 2da. Fila, ideal para el oficio de investigador) sube a bordo y asume las tareas de indagar el extraño caso. Ni bien pone manos a la obra, descubre que el capitán ha sido drogado durante largo tiempo con alguna sustancia imperceptible. Poco después el camarero de a bordo (el simpaticón George Cleveland) ve una figura encapuchada merodeando y lo toma por un "fantasma". Y finalmente el capitán al mando (Boothe Howard) es atacado por el encapuchado y asesinado. Para este momento está claro que a bordo hay un agente de una potencia enemiga que trata de sabotear el proyecto o bien está aguardando el momento justo para provocar un desastre. ¿Podrá el investigador prevenirlo? ¿Quién será el encapuchado? ¿Tal vez ese flemático aristócrata continental (Gustav Von Seyffertitz) - cuyo fuerte acento teutón lo vende - o el segundo oficial al mando (Cornelius Keefe), que guardaba una animadversión contra el capitán? Si bien la lógica no es perfecta y teniendo en cuenta que se trata de un thriller de misterio del 1934, el desenlace realmente es sorpresivo. Adapta un cuento de Edgar Wallace titulado "The Ghost of John Hollling", aparecido originalmente en el "Saturday Evening Post" y más tarde recopilado en el volumen "The Steward" (El Camarero). William Nigh, que en la época muda era uno de los realizadores de planta de la MGM y que bajo la nueva era del sonoro había descendido al submundo de los estudios menores, obtendría el título de "gran destajista" completando ocho películas para Monogram durante la temporada que nos ocupa ('34). A pesar de un presupuesto exigüo y de la regla inmanente de resolver todo en menos de una hora para evitar que el espectador siquiera amagara a bostezar, maneja un ritmo y una combinación de diálogos de relleno con secuencias de comic-relief, escenas de misterio y dos o tres gotas de ciencia loca, que brindan al producto resultante la dignidad del entretenimiento carente de pretención. Aunque los aplausos son para la escena de flirteo entre los setentones Gustav Von Seyffertitz y Zeffie Tilbury. [Cinefania.com]
Calificación Cinefania.com: