Reseña crítica: Daïnah (Laurence Clavius) es la esposa de un ilusionista (Habib Benglia) que viaja en un crucero de placer. Indómita y llena de encantos, Daïnah se la pasa flirteando con unos cuantos caballeros de cubierta, a quienes enciende todos los instintos imaginables. De regreso a su camarote, rehuye todo contacto con su marido el cual, ningún tonto, sabe y permite tales aventuras. Una noche extrañamente solitaria, Daïnah pasea por la cubierta y se pone a conversar con un ingeniero de sala de máquinas, Michaux (Charles Vanel). A diferencia del resto de los mancebos de primera clase, Michaux - como buen macho - no anda con rodeos y a la primera insinuación, se le acerca dispuesto a todo. La joven lo rechaza y el varón se pone tenso y trata de abusar, obteniendo por respuesta una fiera mordida de parte de la asustada dama. A la noche siguiente, Daïnah y Michaux vuelven a coincidir en el paseo nocturno por cubierta aunque la cámara no nos muestra lo que termina ocurriendo. Por la mañana el marido la echa de menos y al pasar toda la tarde sin rastros, denuncia su desaparición al capitán (Gaston Dubosc). ¿Fue suicidio o alguien arrojó a Daïnah por la borda? ¿Quién fue el asesino, el marido o el despechado maquinista? La cincuentena de minutos del film, al menos, no responde tales interrogantes de manera clara, sin embargo la ausencia del nombre del realizador en la nómina de cr??ditos y el dato que 40 minutos de metraje fueron descartados por Gaumont previo a su estreno (motivo por el que Grémillon desconoció el film como propio) nos aseguran que tendremos que contentarnos con apreciar y deducir las conductas de los personajes a través de lo que hay. En el triángulo consabido, tenemos a un marido que se dedica a leer un libro o a guardar silencio ante las notorias aventuras de su esposa (comentadas, cual corífeo griego, por dos damas mayores que están al día con los chimentos del buque). Cada intento del esposo por ayudar o conversar con su esposa, encuentra una barrera de silencio o desafección por parte de ella. ¿Qué culpas previas podrían motivar a un hombre a permitir tal conducta de su esposa? Mientras uno se dedica a imaginar unas cuantas, se nos presenta Daïnah, "mulata" (con un color de piel bastante claro en comparación al ilusionista), sugestiva dama capaz de llamar la atención de todo el pasaje bailando sola al ritmo del efusivo jazz tocado por la banda de a bordo o de llamar la atención con cuanto mancebo soltero se cruce. ¿Por qué atraer al bestial Michaux que, cual Hefaistos, surge del averno para tomarse un respiro de su fragua y no tiene el sentido de la ubicación o de los límites que aquellos pasajeros de primera clase? Y en tanto, evaluamos que motivo lleva Daïnah a buscar por fuera lo que no obtiene dentro de su pareja, tenemos al hermético Michaux que, tras su intento de propasarse - castigado con el terrible mordiscón que le inmoviliza un brazo - tal vez guarde el resentimiento que motive una venganza o bien, la culpa que lo lleve a pedir perdón. Hay un flashback en que la cámara nos muestra las evoluciones de la pañoleta de Daïnah hasta que se pierde de vista en la estela marítima que deja el vapor. Las expresiones de los intérpretes y sus silencios mueven éstas y otras elucubraciones que atraen al espectador al sórdido ámbito de los deseos, las represiones y las ambigüedades. Y siendo Pierre Daye - autor del cuento en que se basa esta suculenta pieza de cine - recordado en la actualidad como colaboracionista de los nazis así como asesor de la Policía Federal del gobierno de Perón en Argentina, hay que constatar que lejos está el film de cualquier intepretación tendenciosa en lo relativo a lo racial, ni paternalista así como tampoco de victimización gratuita. La sugestiva Daïnah es tan solo un fetiche para los blancos y, siendo su epidermis clara, objeto de pleitesía para su marido. Aunque, debido a lo críptico de la trama, tal vez esa también sea una interpretación discutible. [Cinefania.com]
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