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River Plate, es Campeón de la Copa Libertadores de 2015, y esta página no se podía perder un metódico análisis de los protagonistas de ese éxito. (Si alguien te puede publicar esta gilada, cómo no creer que tengo derecho a escribir lo que se me cante). Con ustedes, los nombres clave del River de Bianchi. ¿O no fue un equipo de Bianchi típico? Si, por los bajos rendimientos de Pisculichi y lo tarde que llegó Lucho González, sólo le faltó un Riquelme...
Marcelo Barovero: el arquero nacido en Porteña, esto es, en ninguna parte, y con cara de entrenador de caracoles de riña. Y fue decisivo igual.
Julio Chiarini: el arquero fue un jugador fundamental. Una de las claves del éxito de River fue su presencia en el banco de suplentes en los partidos definitorios.
Gabriel Mercado: fue importante en la ronda inicial, pero se perdió varios partidos por culpa de las tarjetas: y después hablan de la libertad de Mercado...
Jonathan Maidana: el Bermúdez de este River de Bianchi. ¿A quién tengo que marcar, a un francés que se llama Gignac? Traémelo entre dos pancitos. Y además ganó la Libertadores con Boca y con River. No cualquiera.
Emanuel Mammana: la aparición más esperada por los cultores del chiste fácil desde la venta al exterior de Erik Lamela. Jugó muy bien contra Boca, y se perdió la final por una lesión.
Germán Pezzella: se fue justo, pero como no podés gastar millones en delanteros y después defender con Boateng o el Cata Díaz de hoy, tipos como Pezzella son importantes. De haber estado, hubiera sido titular en la final, sin dudas.
Ramiro Funes Mori: importantísimo, aún incluso cuando sus intervenciones en el primer partido contra Boca le valieron una invitación para hacer un cameo en la próxima de Quentin Tarantino.
Eder Álvarez Balanta: cuenta la Garganta que es mucho más importante de lo que pareciera, a juzgar por lo poco que jugó. Sus compañeros atemorizan a los rivales susurrándoles "no te hagas el vivo, que en la ducha te agarra Balanta".
Leonel Vangioni: fueron muy importantes su despliegue, su salida limpia, su vocación por la marca y sus piernas prostéticas a la Pistorius, pero con filo de navaja. Se ganó el papel protagónico para la película El Defensor Ninja contra los Atacantes del Espacio Exterior... y una cita con el Tribunal de Disciplina de Nuremberg.
Camilo Mayada: como escribiría la vieja El Gráfico, fue el Socio del Silencio. Que no del Silencio Atroz, como cantaba el Salmón Ahumada.
Bruno Urribarri: la demostración de la importancia de un buen marcador lateral por el absurdo.
Carlos Sánchez: te lo digo como para que lo entienda Fantino: la rompió
Augusto Solari: ya lo escribió Borges: "el universo, que otros llaman las espaldas de Solari". Anduvo mucho mejor como volante que como marcador lateral, una indicación de cuál es su verdadero puesto, Muñeco.
Leonardo Ponzio: fundamental, como todo volante central de quite en todos los planteles campeones de River, y sino me creen recuerden a Pipo Rossi, a Merlo, a Gallego, a Astrada, a Almeyda y a Mascherano. Al diablo con la superstición del estilo de River, que es jugar al fútbol pero reprimidos por la costumbre.
Matías Kranevitter: no se puede jugar tanto. ¿Será una mentira que organizó Fuerza Bruta?
Ariel Rojas: abandonó como Boca. Bah, nada que ver, Boca no abandonó (un pelotudo le arruinó una serie que venía complicada) y Rojas tampoco: jugó un partidazo en el Mineirao contra el Cruzeiro, el día del 3-0.
Tabaré Viudez: el uruguayo amagaba con ser clave pero se lesionó. Podría haber llegado a jugar la final, pero el médico de River fue a buscar ibuprofeno a un FarmaCity y se colgó en la góndola de productos a la parrilla, justo atrás de la de digestivos. Se clavó una oferta de vacío al pan que estaba ge-nial.
Lucho González: volvió de Qatar con un look de militante de Al Qaeda, bien Homeland. Estaba para protagonizar La perpetua carrera de Aquiles y Lucho González, si María Kodama me permite hacer gratis un chiste borgesiano
Nicolás Bertolo: no llegó a jugar gran cosa, pero si Almendra en 2 minutos 58 segundos te interpreta Muchacha (Ojos de papel).... no te podés quejar. Otro que, como Maidana pero en su caso insólitamente, ganó la Copa con Boca y con River.
Leonardo Pisculichi: rescatado el año pasado del outlet futbolístico qatarí, este año pareció un one-hit wonder. A este River de Bianchi le faltó un Riquelme, y era él.
Gonzalo Martínez: se pasó la Copa cayéndose al piso, desafiado por su viejo enemigo, el equilibrio.
Javier Saviola: jugó muy poquito en su regreso, y pareció el Saviola de hace quince años. Pero recalentado en el microondas.
Lucas Alario: mil monos vapuleando teclados durante toda la eternidad no hubieran escrito su nombre en la historia de River, y sin embargo.... Punto para la espontaneidad de la dialéctica histórica, sarasean en el bar de enfrente de Puán. Como Juan Gilberto Funes en 1986, llegó con la Copa iniciada y fue decisivo en el final. El Palermo del River de Bianchi.
Teo Gutiérrez: como pide el aviso de Coca-Cola, descubrió el movimiento que lo hace feliz: irse a Europa. PeseTeo entró al Salón de la Fama de los Borrados en el Peor Momento pero fue importante, en especial con el tre-men-do partido que jugó en Belo Horizonte. ¿Ángel o demonio? ¡Ángel y demonio a la vez, Schrödinger, vete a tomar por culo tu puto gato!
Fernando Cavenaghi: la panza llena de gol, más en el torneo local que en el continental. Es un poco exagerado eso, pero como la metáfora tiene su gracia pareciera que lo que afirma es verdad. (Tomen nota de ese riesgo).
Sebastián Driussi: fue muy importante el día del Panadero Napolitakis, el Día del Pelotudo.
Rodrigo Mora: el Guillermo Barros Schelotto de este River de Bianchi, decisivo por los goles que hizo y por todo el sacrificio para hacer que la salida del rival fuera sucia.
Marcelo Gallardo: ¿Qué más se puede decir? Orientador táctico, gurú estratégico, GPS futbolístico, brújula anímica y barrilete cósmico. Casi se gana una entrada al VIP del cadalso en esa primera rueda lamentable que hizo el equipo, pero en el mata-mata, como dicen los brasileños, su River fue letal: cuatro victorias, tres empates de visitante, una sola derrota.
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